18/8/13

La Ciudad de los Libros Caídos

El terremoto que ocurrió en Armenia, como toda ruptura, humana, o vital, trajo consigo, a mi juicio,  cosas buenas y otras no tan buenas a la ciudad.

Tal vez de las cosas buenas, son las nuevas edificaciones que aparecieron y siguen apareciendo. Esos árboles de cemento que se le levantan para albergar a personas entre sus ramas, convierten a la ciudad, por lo menos en su arquitectura, en eso, en una ciudad. La llenan de un nuevo brillo.

Pero con los vientos de cambio (como dice Scorpions), también llegaron los vientos del olvido, y las viejas casas que representaban a la antigua Armenia, quedaron sepultadas bajo los nuevos bloques de asfalto.Los fantasmas de "bareque" y arcilla no rondan por esas calles, simplemente se fueron.

La última resistencia la puso una  casa que parecía escondida de la bulliciosa civilización. Tenía un bello árbol en su entrada del que brotaban flores amarillas que, cuando caían al suelo, formaban un camino como el que recorrió Dorothy en el Mago de Oz.

Ahora allí, en la casa de la antigua casa, en la cra 14 con calle 9 norte (tuve que preguntar la dirección), se levanta un edificio que tiene 19 pisos (ese es un dato de mis amigos que asombrados cuentan los pisos de su nuevo orgullo). Un edificio que al parecer se saludará todos los días con el edificio de la Gobernación, el más alto de Armenia y el Quindío. La última historia de flores amarillas ha dejado de existir.

Pero con el terremoto también llegó otro tipo de cultura, una cultura, que sumada a la cultura narco, pone a la ciudad, con sus edificios y todo, en otro nivel, un nivel tal vez inferior al de una ciudad capital.

Los espacios para que existan nuevos acercamientos culturales, diferentes a los que la ciudad ya tiene arraigados, también huyen como los fantasmas de las casas viejas. Y me refiero en especial a las librerías y los escenarios literarios.

Armenia nunca se ha caracterizado por ser una ciudad literaria, pero si ha tenido lugares que promovían ese buen vicio: Librería Primavera, Librería Universitaria, Revistería OK o Donde Aníbal, son algunos de los espacios en los que recuerdo haber visto libros y más libros, y gente y más gente comprando y leyendo.

Sobrevive la Tienda Cultural, Librería La Libélula con unos libros que ya han perdido su color original por culpa del sol que les da todos los días en la  ventana: Saul Bellow, George Perec, e inclusive los Best Sellers  Deepack Chopra y Walter Riso, son autores que se queman con el calor del sol. Sobreviven las ocho o diez casetas que antes aparecían en la calle, gloriosas y orgullosas de existir, y que ahora se  refugian temerosas bajo un techo improvisado, ofrecen sus libros con la misma estrategia que un almacén de ropa ofrece sus medias y su ropa interior: con promociones y con personas que te siguen hasta que te convencen para comprar un diccionario en una caseta específica. Y sobreviven librerías emergentes y vacías, pero, como veo el asunto, terminaran siendo parte de la historia fugaz de la ciudad.

¿Dónde están los lectores de Armenia?, ¿cómo alimentan su espíritu?...

La literatura, como las viejas casas, son fantasmas que decidieron huir de la capital quindiana, pues no tiene sentido asustar a la gente, nunca les paran bolas.

Es triste, pero Armenia dejó que sus libros se desplomaran como fichas de dominó.



Addenda: Aplaudo eventos como el Encuentro Nacional de Escritores Luis Vidales. Este año trajo, al que considero, es uno sino el mejor escritor colombiano contemporáneo, Evelio Rosero.

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