Gracias por leerme.
LA PRINCESA Y EL SAPO
—¡Bésame!...
¡bésame!... ¡sin miedo! —decía
el sapo con sus ancas aferradas al bello rostro de la princesa.
—¡No
quiero!... ¡usted es horroroso!... ¡suélteme! —Con
sus suaves manos, la princesa tomaba el lomo gigante y verrugoso del sapo y lo
jalaba. No podía liberar su cara.
—¡Sapo,
suélteme! —repetía.
Después de una asquerosa lucha, la
princesa, en un instante de lucidez, de esos que brotan en los momentos
difíciles, sacó su lengua y lamió la barriga del sapo.
—¡Cochina!
—gritó el sapo, soltándole
la cara.
—¡Para
que aprenda, sapo Hijueputa! —respondió
ella con otro grito, mientras sus orejas tomaron un color gris, como de ratón.
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